Picasso período Protocubista 1

Picasso período Protocubista

En este artículo abordo el período Protocubista de Picasso, desde 1905, con el inicio del retrato de Gertrude Stein, el viaje a Gósol, en 1906,  la realización, en 1907, de “Las señoritas de Avignon” y las  influencias de las máscaras rituales africanas.

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El retrato a Gertrude Stein

En el otoño de 1905, Picasso fue invitado a la casa de los Stein, en el número 27 de  la Rue de Fleurus, en pleno Montparnasse. Curiosamente, Gertrude Stein,la joven millonaria americana que había llegado a la capital francesa en 1903, y que  junto a su hermano Leo, comenzaba a darse a conocer como mecenas y coleccionista de pintura vanguardista, no tenía especial interés en conocer al pintor.

No le agradaba demasiado los cuadro de Picasso que había comprado Leo: Chica con un cesto de flores, 1905 (encontraba monstruosas sus piernas) y  Familia de Arlequín con un mono, 1905.

El apartamento de la escritora (a quien le pertenece la conocida frase “Una rosa es una rosa, es una rosa, es una rosa”), se había convertido en foco intelectual para  escritores y artistas de vanguardia y, en el mismo, tuvo lugar el encuentro entre Picasso y Gertrude. 

Más sorprendente es que Picasso pidiera a la escritora que posase para él, en su estudio del “Bateau Lavoir”. Invitación sorprendente, dado que en aquella época el artista no mostraba especial interés por el retrato. Seguramente, Picasso se sintió atraído por la fuerte personalidad de la escritora y, como no, por el aspecto físico de aquella mujer, de treinta y dos años, robusta y tan poco convencional. 

Fernande Olivier, la pareja en aquellos momentos de Picasso, dejó escrito que ya en la primera reunión con Gertrude Stein, Picasso “estaba tan entusiasmado con la personalidad física de la mujer que sugirió hacer su retrato antes de conocerla realmente“.

Las sesiones se iniciaron en el invierno de 1905 y se prolongaron hasta la primavera de 1906. 

Según afirma el biógrafo de Picasso, John Richardson: “durante los tres meses en que Stein y Picasso intercambiaron diariamente sus implacables miradas se generó entre ambos un profundo sentimiento que desbordó los límites de la camaradería y que no era, ni estrictamente amoroso, ni estrictamente amistoso”.

La propia Gertrude Stein, por su parte,  en Autobiografía de Alice B. Toklas(secretaria y amiga íntima de Gertrude), nos dice:

Luego vino la primera vez que Gertrude Stein posó para Picasso. Creo que ya he descrito el taller de Picasso. En aquellos días, allí, había todavía mayor desorden, más gente que entraba y salía, más fuego en la estufa, más comida cocinándose y más interrupciones. Había un gran sillón roto, en el que Gertrude Stein posaba. Había un diván en el que todo se sentaban y dormían. Había una pequeña silla de cocina en la que Picasso se sentaba  para pintar, un gran caballete y gran cantidad de grandes telas. En el apogeo del periodo del Arlequín, las telas de Picasso eran enormes,  y las figuras y los grupos también. (…)
Fernande estaba allí, como siempre muy grande muy hermosa y muy amable. Para entretener a Gertrude Stein mientras posaba, le propuso leerle en voz alta las fábulas de La Fontaine. Gertrude  Stein adoptó la postura adecuada, Picasso se sentó con la espalda muy erguida y el rostro muy cerca de la tela, cogió una paleta muy pequeña cubierta de pintura de uniforme, color castaño grisáceo, añadió más color castaño grisáceo, y comenzó a pintar el cuadro. Aquella fue la primera de las ochenta o noventa  sesiones
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Tal vez, Gertrude Stein exagerase respecto al número de sesiones, sin embargo, afirma, que después de tres meses posando, al final Picasso exclamó irritado: “Ya no consigo verla a usted  cuando la miro“, y borró derrotado la cabeza del retrato.

Su frustración desconcertó a Stein, quien consideraba que el parecido de la pintura era  muy notable.  Resulta evidente que Picasso estaba atravesando una crisis creativa. Había planteado el retrato como una síntesis entre Ingres, Cézanne, y su rival más directo, Matisse (quien en aquel momento lideraba la vanguardia, mientras que él, se encontraba estancado en sus “arlequines”), y el resultado no le satisfacía. 

Con el fin de buscar un aire nuevo a su arte y recuperarse de una enfermedad leve, atiende las recomendaciones de su amigo Casanovas y del médico Jacint Reventós, y decide viajar a Gósol, un pequeño pueblo (de menos de 150 habitantes),  de la comarca del Bergadá, en Lleida, en la frontera con Francia.

Gósol

Así, en el verano de 1906 Picasso vuelve a España. 

Después de una breve visita a familiares y amigos de Barcelona, Fernanda y Picasso viajan a Gósol. Gósol asentado entre montañas, en el antiguo “Camí dels Bons Homes” (cátaros), desde la Cerdanya y el Languedoc, a la “Catalunya” central (tras la batalla de Muret, en la que las fuerzas aragonesas lideradas por Pedro II el batallador, fueron vencidas por  las tropas de Simón de Montfort,” muchos cátaros huyeron a través de  las montañas pirenaicas, pasando o estableciéndose en Gósol y alrededores). 

En los primeros años del siglo XX, llegar hasta Gósol no era fácil. De Barcelona a Guardiola de Berguedà, el trayecto se hacía en tren, pero el último tramo del viaje (Gósol se encuentra al pie del Pedraforca, a 1.500 metros de altitud) llevaba 8 horas a lomos de  caballos y una mula para llevar los utensilios personales y útiles para pintar (caballete, lienzos,  pinceles, pinturas…).

Fernande Olivier, al aludir al viaje, dice en sus memorias: “Allí en las alturas, en medio de un aire de increíble pureza, por encima de las nubes, rodeado de sus amables habitantes, hospitalarios, desinteresados, contrabandistas casi todos, hallamos lo que tal vez sea la felicidad“. 

La pareja se instala en la fonda de “Cal Tampanada”, propiedad de Josep Fontdevila.  Picasso parece sentirse a sus anchas en el pueblo, si bien, en una carta a Apollinaire, fechada el 21 de junio, se queja del frío que hace y que cuando llueve se inunda todo. También se queja de la comida: “Res de tomàquets, ni pebrots, ni olives, ni res del que s’assenyala com a molt espanyol… de fruites res de res” (“Nada de tomates, ni pimientos, ni aceitunas, ni nada de lo que se señala como muy español … de frutas nada de nada”). Sin embargo, en  una carta enviada a  su amigo, el escultor Enric Casanovas, firma como Pau de Gósol,  traduciendo  al catalán su nombre y añadiendo el topónimo del pueblo donde se han instalado.

Durante los poco más de dos meses y medio que la pareja vive en Gósol, Picasso lleva cabo una amplia producción de obras, particularmente paisajes, campesinos y una serie de desnudos. 

De esta época es el cuadro Toilette, el que vemos dos mujeres, una de ellas vestida, sosteniendo un espejo y la otra desnuda mirándose en él. 

En Gósol, la pintura de Picasso, abandona el sentimentalismo de su Periodo azul y el folclorismo teñido de manierismo de su Periodo Rosa, centrándose en sus aspectos básicos: trazo y volumen.

La visita a Gósol finalizó cuando la hija del dueño de la fonda donde estaban hospedados,  cogió unas fiebres tifoideas. Picasso, que siempre mostró  cierta predisposición e hipocondriaca ante la  enfermedad, abandonó de inmediato  la población (viaja en mula hasta Bellver; de allí, en coche, a Puigcerdá y Aix les Termes, desde donde la pareja toman el tren, vía Toulouse, a París).

El influjo de la estancia en Gósol  marcó de forma muy directa su producción posterior. El  cuaderno de dibujos de Gósol le sirve de base para obras como “Los campesinos”.

Un nuevo lenguaje plástico. Picasso período Protocubista.

Durante su estancia en  Gósol no solo había cambiado los colores de su paleta, con predominios de ocres y tierras sienas, sino que su arte se había decantado hacia una mayor simplificación, un sentido nuevo de la proporción, un gusto por la deformación y un interés por la síntesis. El cambio de estilo tiene mucho que ver con el descubrimiento del románicoy gótico catalán. Por otro lado,  Picasso volvía a interesarse  por el Greco,  en particular a través del libro que sobre este pintor había escrito su amigo Miguel  Utrillo y, sobre todo, descubre la escultura Ibérica a través de una exposición en el Louvre, con piezas tan destacadas como la Dama de Elche.

Cabe recordar también que ya en 1902, Picasso se había sentido fascinado por el primitivismo del cuaderno tahitiano de Gauguin (“Noa-Noa”). En cualquier caso, al poco del retorno a Bateau Lavoir, Picasso retoma el retrato de Gertrude Stein, terminándolo en una sola tarde. 

Gertrude Stein, en Autobiografía de Alice B. Toklas, alude a los cambios estéticos que Picasso recoge en Gósol:

Tal como he dicho, cuando me convertí en asidua visitante de la casa de la “rue de Fleurus”, los Picasso, Pablo y Fernanda,  vivían juntos de nuevo. Aquel verano volvieron a visitar España y Pablo regresó con unos paisajes de España, y cabe afirmar que estos paisajes, dos de los cuales se encuentran todavía en la casa de la “rue de Fleurus” y el tercero en Moscú, en la colección  formada por Stchukine, y que ahora es propiedad del Estado, iniciaron la época cubista. En ellos no había la menor influencia de la escultura africana. Se advertía con toda claridad el influjo de Cézanne, en especial la de las últimas acuarelas del maestro, con el cielo descompuesto no en cubos, sino en espacios.

Pero en aquellos había algo esencial: el tratamiento de los edificios era esencialmente español y en consecuencia esencialmente picassiano. En estos cuadros el pintor destacó ante todo el especial modo de construir las casas en los pueblos españoles, en los que las hileras de casas no siguen el paisaje, adaptándose a él, sino que penetran en el paisaje, y al penetrar en el paisaje, se confunden con él.

(…) Estos cuadros fueron el verdadero inicio del cubismo. El color también era típicamente español, aquel pálido color amarillento plateado, con un ligerísimo matiz verdoso, aquel color que luego sería tan característico en las obras cubistas de Picasso, así como en las de sus seguidores.

Resulta evidente que tanto en el retrato de Geltrude Stein, como  en el Autorretrato sosteniendo una paleta, o en los desnudos que pintará tras su viaje, se aprecia con claridad un cambio de estilo. 

No podemos dejar de lado  la visita que, en 1907, el artista hizo al  Museo etnográfico de París (Museo Etnográfico en Trocadero), donde contemplará un conjunto de  máscaras tribales de África que marcarán profundamente su arte.Por supuesto, Picasso, ya había visto  esculturas africanas en casa de sus amigos artistas. Gertrude Stein lo hace notar en su  Autobiografía de Alice B. Toklas

De todos modos quién primero mostró la influencia de la escultura negra, no tanto en su pintura como en su escultura, fue Matisse. Y también fue Matisse quien llamó la atención de Picasso hacia las esculturas negras, cuando éste terminó el retrato de Gertrude Stein.

El efecto que el arte africano produjo en Matisse fue muy distinto al que causó en Picasso. A Matisse le impresionó más a través de la imaginación que a través de la visión plástica. En el caso del pintor español ocurrió exactamente lo contrario. Sin embargo, lo cual no deja de ser sorprendente, mucho tiempo después Picasso ha acusado el efecto que aquel arte  produjo en su imaginación, y quizás se deba a que la fuerza del mensaje del arte negro quedó incrementada por el orientalismo ruso que Picasso conoció por mediación de Diaghilev y los ballets rusos.

La influencia de las máscaras negras africanas

Las estatuas, máscaras e ídolos primitivos que Picasso encontró en Museo Etnográfico en Trocadero, eran la expresión visible de las fuerzas de la naturaleza, un arte mágico que los chamanes utilizaban para entrar en comunicación con los espíritus, tanto amigables como hostiles. Entre las máscaras Mbuya, podemos encontrar, por ejemplo, máscaras rituales de rostro deformado, en las que vemos claras semejanzas con los rostros-máscaras que Picasso pinta en la década de 1907.

Dichas máscaras eran entendidas como objetos mediúmnicos (o que propiciaban el estado mediúmnico), con el fin de entrar en contacto, como decíamos, con los espíritus de los ancestros  y pedir su ayuda para la sanación, o beneficios para la tribu.

Picasso captó, intuitivamente, la carga mágico-emotiva presente en aquellos ídolos y máscaras rituales pertenecientes a  tribus primitivas, muy en contacto con  los espíritus de la naturaleza y de los muertos. Este periodo, marcado por las influencias del arte arcaico africano, es conocido como Periodo negro de Picasso.  Bajo su influencia terminó de poner  las bases para su Periodo más personal: el Cubismo.

Las señoritas de Avignon

La obra que realmente anunció un verdadero cambio y revolución en el estilo de Picasso, fue Las señoritas de Avignon (1907). La idea de un cuadro de grande dimensiones con diversas figuras de mujeres desnudas, había surgido ya en Gósol, donde el artista había llevado a cabo varios  estudios preparatorios. Sin embargo, la obra definitiva, repetidamente repintada, le llevó a Picasso, cerca de un año de trabajo. 

Las influencias del arte  Ibero están muy patentes en las figuras de la parte  izquierda del cuadro. En la parte derecha Picasso se aleja de todo tipo de canon de belleza clásico: rostros fuertemente deformados siguiendo la línea de   las esculturas las máscaras negras africanas. El resultado es  un arte que rompe con todo el anteriormente visto. 

EnLas señoritas de Avignonpalpita una fuerza primitiva y una expresión violenta en la ejecución que supuso un verdadero revulsivo  en el arte (en un primer momento, la obra  no fue apreciada ni siquiera por los amigos más íntimos de Picasso). 

En los años siguientes, Picasso siguió experimentando con la estética encontrada en  Las señoritas de Avignon, creado un amplio abanico de personajes distorsionados y rostros influidos por las máscaras africanas.

La hija adoptiva de Picasso

Según relata Dan Franck, en su libro “Bohêmes“, durante su convivencia con Picasso, Fernade, soñaba con tener un hijo con el pintor, pero no se atrevía a quedar embarazada, seguramente porque había sufrido un aborto espontáneo en 1901 y creía que no sería capaz llevar a buen fin un nuevo embarazo. Por otro lado, no se había divorciado de Paul Percheron. Picasso, por su parte, es muy posible que mantuviese cierto sentimiento de culpabilidad, por haber convencido  a su anterior amante para que abortase (nos referimos a Madeleine, una joven de belleza frágil y enfermiza que, durante el verano de 1904, le había servido de modelo para obras como “La comida frugal”, “La planchadora” o  “La mujer del acróbata” y que  inspiró el tema de “La familia de Arlequín”1905).

El trauma de Fernande condujo a la pareja a adoptar a una niña recogida en el orfanato.  Optaron  por una niña llamada Raymonde, una pre-adolescente de 12 o 13 años. Raymonde, hija de una prostituta que trabajaba en un burdel de Túnez, tras haber sido acogida, y luego abandonada, por un periodista holandés y su esposa, en un orfanato de  monjas del barrio de Montmartre, fue la elegida por la pareja,  en abril de 1907.

Los amigos de Picasso (la bande à Picasso)  acogieronmuy bien a la niña, colmándola de regalos. Fernande la protegía en exceso. Picasso, por su parte, hacia dibujos de su perra Freyka para entretener a la pequeña y la enseñaba a escribir y a multiplicar,  tal  como puede verse en los cuadernos  de apuntes del artista. La joven vivió en el estudio de “Bateau Lavoir”  durante cuatro meses. Hay fuentes que afirman que  Fernande se sintió celosa  al descubrir los dibujos que Picasso realizaba de su hija adoptiva desnuda. Seguramente Fernande temía los impulsos sexuales de su amante, en particular cuando se percató de que en el cuaderno de apuntes de Las señoritas de Avignon, aparecían dibujos de desnudos  con las piernas abiertas y mostrando los genitales sin ningún recato, que tenían a Raymonde como modelo.Pero lo cierto es que  Fernande Olivier no ha dejado ningún recuerdo en sus libros sobre estos sucesos. Tal vez porque se trataba de sucesos  demasiado traumático  para poder evocarlos.. o, tal vez, porque las fuentes exageren los hechos. 

Tras cuatro meses en el Bateau-Lavoir, Fernande decidió llevar de nuevo a Raymonde al orfanato. En realidad, el encargado de llevar de nuevo a Raymondel al orfanato fue Max, Jacob (parece que los padres adoptivos no se atrevieron). Años después Picasso llegó a confesar que su ruptura con Fernande Olivier se debió a Raymonde, una joven, nacida en 1894, de la que se ha perdido todo rastro.

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